Por Enrique Carrasco González.
La Artritis Idiopática Juvenil (AIJ) no es una enfermedad única, sino un término «paraguas» que engloba varios tipos de artritis inflamatorias que comparten tres características clave: aparecen antes de los 16 años, duran más de seis semanas y su causa es, como indica su nombre, idiopática (desconocida).
El diagnóstico se basa en un conjunto de hallazgos clínicos y de laboratorio que definen entidades distintas pero relacionadas. Algunos tipos de AIJ presentan síntomas muy específicos, como fiebre, erupciones cutáneas o serositis (inflamación de tejidos que rodean ciertos órganos como pulmones o corazón). Otros, en cambio, se manifiestan de forma más heterogénea, como la infamación generalizada que puede afectar tanto a articulaciones pequeñas como grandes.
El dolor es una constante en la vida de las personas con AIJ. Las cifras hablan por sí solas: hasta un 27% reporta dolor moderado o severo, y un 13,3% lo sufre a diario. Este dolor no se limita a una sola articulación; es común que migre y afecte a rodillas, caderas, muñecas, columna, dedos, tobillos e incluso a la articulación de la mandíbula.
Este dolor persistente tiene un efecto dominó. Provoca lo que se conoce como «interferencia del dolor», que se asocia directamente con una mayor discapacidad física. Además, se observan menores niveles de actividad y alteraciones en el procesamiento sensorial, lo que amplifica aún más la percepción del dolor y crea un círculo vicioso difícil de romper.
Frente a este desafío, el ejercicio terapéutico (ET) se erige como la herramienta no farmacológica de mayor impacto. No se trata solo de moverse; el ET es una intervención estructurada y prescrita para mejorar la movilidad articular, la fuerza muscular, la capacidad cardiorrespiratoria y el estado de ánimo (reduciendo la ansiedad y la depresión), a la vez que mitiga la fatiga y el propio dolor.
Y la gran novedad es el formato: la Telerehabilitación. Este enfoque innovador, donde el ejercicio se guía a través de plataformas digitales, está democratizando el acceso a la terapia. La evidencia científica confirma que es una opción segura y efectiva, también para la población pediátrica.
Pero, ¿podría la telerehabilitación ser la clave para manejar los complejos problemas de la AIJ? Para responder esto, se diseñó un estudio pionero llevado a cabo por el Profesor Enrique Carrasco González dentro de su tesis doctoral.
La investigación, que ha sido diseñada por el Centro Superior de Estudios Universitarios La Salle (CSEU La Salle), evaluó el impacto de un programa de telerehabilitación de 8 semanas de duración, basado en vídeos con actividades guiadas que las niñas y niños realizaban desde casa.
El rigor metodológico fue clave: se realizaron tres evaluaciones (al inicio, a las 4 semanas y al finalizar las 8 semanas) para medir variables físicas (fuerza en extremidades, resistencia cardiorrespiratoria), psicológicas (miedo al movimiento, percepción del dolor) y sensoriales.
Actualmente, se están analizando los datos recogidos durante los tres años de estudio. Los resultados preliminares son extremadamente alentadores: se observan mejorías muy significativas, especialmente en la percepción del dolor y en la recuperación de la actividad física, hasta el punto de que muchos participantes han podido reincorporarse a la práctica deportiva.
Estos hallazgos sugieren que la telerehabilitación ha venido para quedarse. Su impacto positivo, unido a su capacidad para llegar a cualquier lugar (superando barreras geográficas y económicas), la convierten en un recurso tremendamente útil y eficiente para mejorar la calidad de vida de las niñas y niños con AIJ.
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