Por Jezzy Soto Paredes, trabajadora social de ConArtritis.

Cuando la enfermedad lo cambia todo

Convivir con artritis no solo transforma el cuerpo: también altera la forma de vivir, de sentir y de relacionarse. Muchas personas llegan a la terapia social en ese punto en el que notan que la enfermedad empieza a mover piezas internas que no siempre se saben colocar. No es solo “llevar dolor”, es adaptarse a cambios en rutinas, vínculos, emociones y decisiones que afectan a toda la vida cotidiana.

La artritis empuja a revisar el día a día. Lo que antes era sencillo ahora exige más energía; lo que antes se hacía sin pensar ahora requiere planificación; lo que antes “no pesaba” empieza a generar carga emocional. Ese impacto silencioso es, muchas veces, el origen de la necesidad de buscar ayuda.

El papel de la terapia social en este proceso

El trabajo social entiende esta realidad y acompaña a la persona desde una mirada global. No se trata solo de escuchar, sino de ayudar a comprender qué está pasando y por qué se está sintiendo así. La intervención se adapta a cada situación.

La terapia social abre un espacio donde se pueden nombrar miedos, duelos, frustraciones y también reconocer pequeñas victorias que la enfermedad suele esconder. Es un proceso práctico y humano, que permite ordenar lo que se siente y mirar con más claridad lo que está ocurriendo.

A través del trabajo social se identifican barreras, necesidades y apoyos reales. Se concretan pasos posibles, se organiza lo que la persona tiene delante y se construyen estrategias que dan estabilidad emocional, social y relacional para continuar.

Un espacio para recuperar equilibrio

La enfermedad no solo afecta al cuerpo; mueve proyectos, toca relaciones y cambia formas de estar en el mundo. La terapia social ofrece un lugar donde volver a colocar cada pieza, con acompañamiento profesional y con la sensación de no estar afrontándolo sola.

Desde ConArtritis se ofrece este recurso para que cada persona pueda encontrar alivio, claridad y un camino más habitable. No promete soluciones rápidas, pero sí un proceso que sostiene y da sentido a lo que está pasando, ayudando a reconectar con lo que importa.

Porque todas las personas que conviven con artritis merecen un espacio seguro donde ser escuchadas, entendidas y acompañadas de forma real.

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